lunes, 20 de julio de 2009

Para familiares de alcoholicos. ( También puede dar alguna pauta para otras drogadicciones.)


. Cuántas veces hemos oído la frase siguiente: «Ojalá esto lo hubiera sabido unos años antes...» Así sintetizan muchos alcohólicos su pensamiento al iniciar la rehabilitación.

El alcohólico es un ser muy complejo. Por así decirlo, su pensamiento no tiene nada que ver con el de una persona normal. No quieremos decir con ello que sea mejor ni peor, pero sí que es fundamental, para poder comprenderle, aceptar que es distinto.

Un alcohólico, antes de empezar a depender de la bebida, antes de necesitarla, y un alcohólico rehabilitado, es decir, que no bebe, es prácticamente un hombre normal. Su pensamiento es similar en sus reacciones y conclusiones al de cualquiera de nosotros, y por ello se puede establecer un diálogo constructivo y normal con él. Pero, en cambio, pretender que un hombre bebido o sumergido en la neblina de su alcoholismo sea capaz de esta actitud normal, es ignorar la realidad que se tiene enfrente.

Si en alguna ocasión, sin llegar a la embriaguez, han ingerido ustedes una dosis suficiente de alcohol, habrán notado que algo en su interior ha cambiado. Este cambio es fruto de la acción del alcohol sobre el sistema nervioso, sobre la personalidad. El alcohólico está sometido a esta presión extraña a él de una manera continuada. Ya no es él mismo. Su conducta y sus reacciones no son las deseadas y previsibles. La manera de tratarle no puede ser, por tanto, «normal».

Intentemos ver a grandes rasgos qué pasa en el interior del enfermo, elaboremos un retrato robot del alcohólico tipo: cuando el individuo pierde su dominio sobre la bebida, cuando la necesita, no por ello deja de percibir que está bebiendo en exceso. Se da cuenta de que a la mañana siguiente tiene malestar y desánimo; entonces hace un sinfín de buenos propósitos y desea sinceramente rectificar, pero como tome uno o dos vasos para colmar la ansiedad de la resaca, de nuevo pierde el dominio sobre sí mismo y con ello todas las buenas intenciones se evaporan y se olvidan. Este ciclo se repite indefinidamente. Es imposible que su personalidad pueda resistir la evidencia repetida de su propia incapacidad, de su falta de voluntad. Por ello, para sentirse menos incómodo frente a sí mismo, sin darse cuenta empieza a justificarse sistemáticamente. Ya no atribuye las molestias de la mañana a la bebida -su culpa-, sino a cualquier otra cosa. En este sentido, le es más fácil vivir en paz consigo mismo, proyectando en los demás la responsabilidad de lo que ocurre. Y, evidentemente, el trabajo y la familia, por ser los dos elementos con los que convive más íntimamente, serán los primeros blancos hacia los que dirigirá los dardos de su crítica autojustificativa. Esta necesidad complaciente para consigo mismo le convierte en un simulador y, por tanto, la objetividad y el buen juicio se alejarán de su raciocinio habitual. Llegado a esta fase, es más fácil permanecer en la niebla del alcohol que soportar las resonancias de la propia conciencia. A la larga deja de ejercitar su voluntad y ésta, por el desuso, se atrofia. Hay otro aspecto muy característico de estos enfermos: la irritabilidad. La desazón interna hace que el alcohólico, inadaptado y en continua contradicción, necesite culpar a los demás de lo que realmente va mal en él mismo y por él mismo. Cualquier llamada a su conciencia le replantea algo de lo que él ya se ha habituado a prescindir. Incapaz y a de un juicio claro y una respuesta adecuada, se sale por la tangente de la manera más sencilla, es decir, culpando a los demás. Su ánimo es también inconsistente y pasa con suma facilidad de una alegría tosca, ruidosa y sin ingenio a una lacrimosidad sentimentaloide. Creemos que este esquema es suficiente para entender cómo progresivamente el enfermo va alejándose de su personalidad normal, cómo va declinando moralmente, cómo va perdiendo la voluntad. En el momento en que se siente hundido y ya sin fuerza para enderezarse, aparta de su mente toda idea de posible curación y se deja arrastrar por la corriente con una actitud de indiferente autodestrucción.

Ni que decir tiene que todo este proceso no se establece en unas semanas: requiere años de evolución.

Situación de la persona que más contacto tenga con el/a enferm@ alcohólic@

. Si aceptamos que el alcoholismo es una enfermedad, como tal hay que tratarla. Dicho de otra forma: carece de utilidad la buena voluntad que no esté adecuadamente encauzada. En el transcurso de los años, muchas enfermedades que fueron «vergonzosas» han dejado de serlo: enfermedades venéreas, lepra, tuberculosis, enfermedades mentales, se ocultan sistemáticamente. Cuando la evolución de la medicina empezó a facilitar su curación, este carácter vergonzoso y, por tanto, oculto comenzó a "desaparecer". Actualmente, el alcohólico es considerado como un golfo, un perdido y un vicioso. Médicamente esto es inadmisible, y prueba de ello es que, tratados adecuadamente, muchos alcohólicos dejan de serlo.

Así, pues, consideramos necesario para ayudar a un paciente alcohólico admitir esta premisa.

En segundo lugar, el deseo de ayuda ha de ser profundamente sincero y va a exigir muchos esfuerzos sobreañadidos al derroche de paciencia y buena voluntad que ya se ha hecho.

En tercer lugar, es preciso un cambio en la actitud observada hasta entonces sin resultados.

Cuando en una familia hay un enfermo alcohólico, su enfermedad se extiende imperceptiblemente a todos sus miembros. Aunque de una manera diferente, la esposa, hijos, etc., también están enfermos. No se puede vivir en continuo desasosiego e inquietud, con la inseguridad económica, con el temor del regreso a casa del familiar ebrio, y al mismo tiempo conservar toda la serenidad y claridad de juicio. Y como una persona enferma del sistema nervioso, desequilibrada, difícilmente puede ayudar a otro enfermo, lo primero que debe pretenderse es una reconsideración de la propia circunstancia que facilite un equilibrio armónico de los miembros de la familia del alcohólico. Ya sé lo que muchos de ustedes pensarán: que es muy fácil dar consejos, pero muy difícil convivir con un alcohólico. Lo sé. Pero también sé que los consejos que siguen están fundamentados en una dilatada experiencia, y es esto lo que brindo. A veces no han sabido ustedes cómo actuar; queriendo ayudar, no han visto claramente cómo podrían hacerlo. Hubieran deseado poder comentar con alguien su caso, recibir una orientación. Contestar a estas dudas es el fin primordial de esta entrada.

Lo que se debe hacer.

. . Acuda a los centros existentes en el país especializados en este difícil empeño antialcohólico:

a) Asociación de ex-alcohólicos.

b) Dispensarios antialcohólicos.

c) Alcohólicos anónimos.

d) Centros psiquiátricos.

e) Médicos psiquiatras.

f) Asistentes sociales.

g) Familiares de alcohólicos curados.

Exponga en ellos su situación e indudablemente sacará usted consejos provechosos de utilidad inmediata.

Piense en todo momento que, si usted se siente desgraciado por el drama familiar que la aqueja como consecuencia de la enfermedad de su familiar, muy posiblemente él también es desgraciado, e incluso es posible que más que nadie. Probablemente su familiar le haya decepcionado. No corresponde su realidad a las ilusiones que usted se había hecho. No es como usted cree que deberia ser. Debe usted aceptar la realidad, pues, intentando convertirlo en la persona que usted cree que debía ser, no obtendrá nada positivo.

Pese a todas las limitaciones impuestas por el alcohol en la personalidad del enfermo quedan pequeñas parcelas de su personalidad aprovechables. Intente estimular discretamente esos valores que aún permanecen sanos. Comente con él las determinaciones que está usted dispuest@ a tomar. Hágale ver que, a pesar de todo, él sigue siendo consultado y escuchado. Déjele tomar poco a poco iniciativas. No de pronto, pues tal vez no tolere tanta carga.

Trátele con cariño, un poco maternalmente, como a un niño inmaduro, pero procurando que él no perciba su afán de ayudarle para evitar las reacciones de rechazo.

Hágale sentir que, a pesar de todo, usted le necesita. Realmente suele ser así, pues de otro modo hace tiempo que hubiera usted prescindido de él.

La necesidad del alcohólico de justificarse le lleva, como usted muy bien sabe, a mentir con frecuencia. Procure no exhibir sus dudas sobre la veracidad de lo expuesto, y mucho menos ante terceras personas. Una duda en el aire es menos tensa y más eficaz que arrinconarle en su falsedad.

Procure reactivar en él todas las iniciativas que antes le interesaban. Intente incluso interesarle por nuevas actividades. Afectuosamente, y con un clima familiar sereno, conceda importancia a sus sugerencias e interésese por ellas. Busque también que vuelva a sus antiguas aficciones e inquietudes si son sanas, si no las conoce, intente enterarse de cuales eran.

Los alcohólicos son muy susceptibles; saben perfectamente que no están bien, aunque no lo admitan, se sienten incomodos consigo mismos. Es necerasio que sientan afecto y compresión. Cualquier frase, gesto o acto que denoten su enfermedad no le harán recapacitar, sino ponerse a la defensiva acentuando su sentimiento de culpa y por lo tanto de inadaptación.

Sé que todo lo antedicho en muchos casos se ha intentado ya sin éxito. Sé que no es fácil estar siempre alerta para cumplir todos los consejos. Pero piense que si actúa usted cariñosamente siempre y no olvida que su familiar o amigoes un enfermo, la tarea será mucho más sencilla. Aunque tampoco hay que llevar todo esto al extremo, hau que saber estar en su lugar y sobre todo, hacer siempre caso, a lo que los profesionales a los que nos dirijamos nos digan, ya que cada caso es diferente y en ocasiones, puede ser necesario, intentar echarlos de casa, siempre si el profesional lo recomienda.

Lo que no se debe hacer.

. . No debe usted pensar que es un vicioso, pues realmente es un enfermo. Pero tampoco es, como usted piensa, un enfermo porque quiere, ya que dejando de beber sanaría. Precisamente su dolencia consiste en que no puede dejar de beber.

No debe usted desanimarse en su empeño por regenerarle. No debe usted claudicar pensando en que está cansad@ de luchar inútilmente. Con perseverancia y cariño, con esperanza y paciencia, su familiar puede llegar a ver claro un día y ser éste el principio de su recuperación. No se recrimine a sí mism@ por los errores cometidos por no haber sabido actuar adecuadamente. Piense usted que tan sólo es su familiar, no su psiquiatra.

Tampoco debe usted amenazarle. Sobre todo si las amenazas que usted expresa no piensa cumplirlas. Llegado el caso de que realmente no haya ya nada que hacer y que la violencia de su familiar constituya un auténtico riesgo para usted y los suyos, debe determinarse sin retrocesos y obrar serenamente.

Los argumentos sentimentales tampoco conducen a resultados positivos. No le diga, pues: «si me quisieras...», «si pensaras en nosotros...». Como ya dije al principio, no deja de beber porque no puede, mas tal vez les quiera mucho.

No intente discutir. No se empeñe en que prevalezca su criterio. No se trata de un problema de averiguar o demostrar quién tiene razón, sino de demostrar con su serenidad que es capaz de ayudarle.

No se le ocurra protegerle frente a la bebida mediante la táctica, tan común como errónea, de vaciar la casa de botellas y recomendar a las gentes y lugares que frecuenta que no le sirvan alcohol. Ello le hará sentirse en ridículo, le indignará, y sin lugar a dudas, volverá a comprar bebida o irá a bares donde no le pongan trabas. Sería, pues, una pérdida de tiempo y de dinero. Incluso podría beber alcohol de curar, colonia y cosas por el estilo, algo en lo que usted no va ha reparar y que puede encontrar en cualquier supermercado o tienda, por poco dinero.

Procure no hablar del tema alcohol si no inicia él la conversación. De ser así, muestre toda simpatía por los pequeños logros que le cuente; siga el curso de su diálogo y, si en algo no está usted de acuerdo, hágalo ver que tal vez esté equivocado, pese a lo cual puede siempre contar con usted para tratar de ayudarle.

No incurra en el error de beber con él pensando que así beberá menos. Lo más probable es que beba igual o más, y que si empezaba a disponerse a luchar por la abstinencia, su tolerancia le conceda un momento de respiro para proseguir en su actitud abúlica.

No tome demasiado en consideración sus celos infundados: se los dicta la propia inseguridad en sí mismo y los pequeños rechazos que percibe de usted.

No sienta celos si ve que atiende a los consejos del médico, siendo así que a usted nunca le escuchó. Si tuviera el tifus no estaría celos@ del médico que le tratara. Recuerde otra vez que su familiar está enfermo.

Otro error grave es perseverar en el tratamiento a domicilio por temor al qué dirán. Los prejuicios nunca ayudaron a nadie.

Eluda el engaño. No puede usted llevarle al especialista diciéndole que van a visitar a un familiar. No puede llevarle al psiquiatra diciendo que van al dentista porque le duele a usted una muela. El engaño y la insinceridad tal vez sean utilizados reivindicativamente por él para eludir la cooperación.

Una vez sometido a tratamiento apóyele entusiásticamente. Pero no piense que todo está vencido. Cabe la posibilidad de una recaída, de un bache. Esta circunstancia no debe desanimarla, no equivale a un fracaso definitivo. Él debe percibir cuán peligrosa es la confianza excesiva. Ha de darse cuenta de que dejar de beber es para él muy difícil, pero que sigue contando con el apoyo de todos ustedes.

Las gentes que le rodean deben mantener invariables sus costumbres. Quiere ello decir que, si en su casa hay otros miembros de la familia que tienen por costumbre el beber han de seguir con sus hábitos. Su familiar no ha de dejar de beber porque se implante la ley seca, sino porque llegue a concienciarse de que él no puede beber.

No le persiga para olerle el aliento. No le sugiera que llegó tarde porque viene del bar. Si así fuera, no conseguiría nada. De estar equivocada, le haría mucho daño.

Ayúdele también a elaborar sus excusas cuando las circunstancias sociales le pongan en el brete. No se queda mal en una boda o en un vino de honor por no beber. Hay muchas personas que, por una gastritis, por una insuficiencia hepática o simplemente porque no les gusta, prescinden del alcohol.

Antes de pasar a enumerar unas verdades absolutas que le servirán para redondear su conocimiento del problema, le recuerdamos dos cosas:

La experiencia adquirida en la lucha por la abstinencia de su familiar puede ayudar a otras personas. No escatime esfuerzos, no se guarde para sí los conocimientos adquiridos. Ayude a quienes están en circunstancias similares a la suya y crea que su caso no es único. Hay muchos iguales o peores.

Y, por último, piense que, aunque toda la batalla emprendida no haya acabado con una victoria, sus esfuerzos han hecho de usted una persona más comprensiva; mejor, más ecuánime. De este equilibrio se han baneficiado también sus hijos.

Verdades como puños.

  1. En nuestro país, el vino es más barato que la leche.
  2. En España hay aproximadamente de cuatro a cinco millones de alcohólicos.
  3. El alcoholismo es una enfermedad que tiene cura, no un vicio.
  4. Entendemos por alcohólico a quien perdió la libertad de abstenerse, enfermando física, psíquica o socialmente.
  5. El concepto de alcohólico viene dado por los prejuicios que ocasiona individualmente, no por la frecuencia o cantidad bebida.
  6. El alcohol no es un alimento natural; su consumo corresponde a los intereses creados.
  7. Para los niños y las mujeres gestantes, el alcohol es un veneno.
  8. Al alcoholismo se llega, bien sea bebiendo para aliviar tensiones insoportables para el sujeto, bien sea por el hábito social de beber.
  9. Para un ex-alcohólico, la abstinencia ha de ser completa y para siempre.
  10. Cuando enferma un alcohólico, con él suele enfermar toda la familia

Como deciamos en el título, muchas de estas pautas y muchos de los sentimientos, que se describen, pueden servir para otro tipo de drogacciones ya que no podemos olvidar, que el alcohol junto con la heroina, provoca, sindrome de abstinencia físico. Por duro que pueda parecer, aunque se venda y se encuentre en cualquier esquina, es una de las drogas más adictivas y letales que existen.

Este texto esta basado en las apreciaciones de él doctor Emilio Bogani Miquel, con unos cuantos retoques, ya que en es su texto, deja toda la responsabilidad en las esposas y el alcoholismo como problema único del hombre y nosotros creemos que esto no se corresponde, con la realidad de nuestra sociedad.

sábado, 30 de mayo de 2009

Para familiares de personas con trastornos alimentarios


Prevención para padres.

Existen muchas cosas que la familia puede hacer para prevenir los trastornos alimentarios. Estas son algunas de ellas:

  • Construye la autoestima de tus hijos. Incítales a descubrir sus posibilidades, pero no te pases la vida diciéndoles lo mucho mejores que podrían ser.
  • Acepta a tus hijos sin tener en cuenta para nada su peso. Hazles saber que el cuerpo de cada persona es único y valioso. No estaría mal que aceptases tu propio aspecto primero, para ser convincente.
  • Enseña a tus hijos a comunicarse con firmeza y aliéntales a defender sus ideas y opiniones. Tus hijos necesitan ser capaces de resistir las enormes presiones sobre el aspecto físico y el control del peso que provienen de la gente de su edad, los grandes medios de comunicación y de muchos adultos.
  • Anímales a la actividad y a disfrutar de la vida. No les hagas sentir culpables por pasárselo bien.
  • No castigues o premies a tus hijos con comida, ni siquiera cuando son pequeños.
  • No les limites la comida a menos que el médico diga otra cosa. Que coman lo que les apetezca y les siente bien.
  • Se abierto. Tus hijos pueden ser jóvenes, pero no son en absoluto idiotas. Al igual que puedes explicarle de dónde vienen los niños, puedes hacerles entender las consecuencias negativas de las dietas incontroladas y de la presiones para "tener un cierto aspecto".
  • No limites tus actividades por tu aspecto. Si tu te acomplejas, tienes todos los números para que ellos se acomplejen también.
  • Enséñales en casa a comer una dieta variada y equilibrada. No recurras a la comida rápida a la primera de cambio.

¿Cómo entrar a una persona que sufre un trastorno alimentario?

Estas son algunas de las líneas principales que deben seguirse a la hora de tratar con una persona de la que se sospecha que padece trastornos alimentarios.

  • No niegues a tus hijos la guía paterna, pero recuerda siempre que necesitan desarrollar sus habilidades como futuros adultos. No es un bebé.
  • Háblale con confianza y preocupación. No tengas miedo de ser tan claro como sea posible.
  • Evita concentrarte en su aspecto. Comentarios como "¡ya estás demasiado delgada!" o "¡qué dices, con lo bien que estás!" no hacen otra cosa que aumentar sus obsesiones con el aspecto corporal.
  • Explícale honestamente por qué sospechas que sufre un trastorno alimentario. Cuéntale lo que has observado, no le prepares "trampas"; no es una discusión a ver quién gana. Por ejemplo, es correcto decir: "Me he dado cuenta que te estás saltando comidas, que comes menos en cada comida y que haces demasiado ejercicio. Es obvio que estás perdiendo mucho peso. Me preocupa tu salud".
  • Cuando comience el tratamiento, sé natural y cariñoso, pero no discutas sobre la comida, el peso o el aspecto. No insistas en que coma o cambie sus actitudes; conforme el tratamiento progrese, lo hará de forma natural.

¿Cómo ayudar a una persona con un trastorno alimentario?

Recuerda siempre sus intensos sentimientos de miedo e inadaptación. Los castigos, los enfados y la impaciencia no harán otra cosa que agravar los síntomas. Sé natural y cariñoso, pero no premies el comportamiento enfermizo ignorándolo. Tienes un problema; quizás estas ideas te ayuden:

  • Reúne información, consigue datos sobre el tratamiento en un centro de salud o preguntando al personal educativo. Obtén ayuda voluntaria. Ni se te ocurra pensar que ésto es algo "que debes manejar tu solo". No puedes.
  • De manera cariñosa y sin hacer juicios de valor, dile a la persona lo que has observado y sugiérele que debe buscar consejo médico y sicológico.
  • Si es un menor, habla de lo que has observado con sus padres (si es que no es tu hijo).
  • Si la persona afectada o sus padres no quieren reconocer que hay un problema, consulta con educadores, supervisores, psicólogos, la asistencia social, asociaciones de apoyo...

¿Cómo hacer que tu familia sobreviva a la experiencia?

La familia no cura los trastornos alimentarios; ésto tienes que tenerlo claro. Pero si no llevas cuidado, la propia familia puede ser otra víctima de la enfermedad. Te ofrecemos algunos consejos para evitarlo.

LO QUE HAY QUE HACERLO QUE NO HAY QUE HACER
  • Mantén un registro escrito del comportamiento problemático.
  • Edúcate y educa a tu familia sobre los trastornos alimentarios.
  • Acude a un grupo de apoyo. Busca consejo de sicólogos, trabajadores sociales y personas de tu confianza.
  • Cuéntale a la víctima, con claridad, lo serio de tu preocupación, tu convicción de que necesita tratamiento, y tu voluntad de proporcionarle apoyo emocional, financiero o de cualquier otro tipo.
  • Demuestra responsabilidad, autoridad y sabiduría a la hora de obtener tratamiento para menores.
  • Date cuenta de la importancia de la extrema paciencia; la recuperación es un proceso gradual, a veces muy largo.
  • Date cuenta que el tratamiento debe afectar a todas las dimensiones de la vida de la víctima; eso incluye las físicas, psicológicas, conductuales, educacionales, sociales y culturales. O sea que puede que haya cosas que no te gusten nada.
  • Recuerda que la familia, de por si sola, no cura los trastornos alimentarios.
  • No rechaces la ayuda de otras personas que hayan observado el comportamiento problemático. No es sólo asunto tuyo. Comparte tus preocupaciones.
  • No hables de tus preocupaciones con la víctima antes de ser capaz de recomendar una salida o tratamiento. No antepongas las necesidades de la víctima a las tuyas.
  • No esperes que la víctima acepte que tiene un problema a la primera. Lo más normal es que la persona se sienta terriblemente asustada ante la perspectiva de tener que dejar el comportamiento anómalo, y responda negativamente.
  • No permitas a la víctima que altere toda tu vida a través de la manipulación, las discusiones, las amenazas, las acusaciones, la culpabilidad, el chantaje emocional o el resentimiento. Y lleva cuidad no sea que lo hagas tu.
  • No te opongas a la terapia familiar. En ocasiones, es una parte importante del tratamiento. Es posible que todos necesitéis ayuda.
  • No dejes que las influencias negativas te programen. Ama a tu familia y tus amigos por sí mismos, no por su apariencia, peso o éxito.

  • No permitas que la culpabilidad o la depresión te coman el tiempo. Puedes ayudar a la recuperación con una actitud positiva y haciendo lo que necesites hacer.

Para familiares de enfermos con depresión.

No debe olvidarse que los que rodean a un deprimido también sufren. Generalmente no entienden lo que está pasando, ya que aparentemente no hay motivo para el estado del enfermo.
Es esencial, la adopción de una actitud comprensiva y abierta, que permita que se desarrolle el diálogo y se pueda ir restableciendo la objetividad poco a poco; recordemos que el deprimido suele tener una especial sensibilidad para los aspectos tristes, siendo incapaz de ver los positivos.
Es inútil pedirle a un deprimido que te explique lo que le pasa, no podrá hacerlo, no sabe lo que le pasa. Si se insiste en ello, lo único que se conseguirá, es convencerle más de que no se le entiende, y en algunos casos irritarle. Tampoco se debe pretender argumentarle que vea la realidad con objetividad, no podrá. Hay que entender que no está así por su gusto. Que no servirá de nada que le digamos que se anime o que se involucre en actividades. Lo que suponga un esfuerzo no está de su mano.


Según la gravedad, hay cosas que no puede hacer, como divertirse, por mucho que otros se empeñen, ir a trabajar, viajar, leer, ver televisión, pescar, etc., suelen ser consejos que el deprimido no puede seguir. Lo mejor que pueden hacer las personas que se encuentren cerca de un deprimido, es transmitirle el sentimiento de que se les quiere y de que se tiene interés en ellos, sin agobiarles, y manteniendo una actitud de espera activa, convencidos de que saldrá de su situación. Simultáneamente a lo anterior, deben de tratar que el enfermo acepte la ayuda especializada de un psiquiatra o psicólogo.
Lo más importante que alguien puede hacer por la persona deprimida es ayudarle a que reciba el diagnóstico y tratamiento adecuados. Esto tal vez implique que tenga que aconsejar al paciente para que no deje el tratamiento antes de que los síntomas puedan empezar a aliviarse (varias semanas). Tal vez implique ayudarle a obtener un tratamiento diferente, si no se observa ninguna mejoría con el primer tratamiento. En ocasiones puede requerir que el familiar o amigo haga una cita y acompañe a la persona deprimida al médico. A veces es necesario asegurarse que la persona deprimida esté tomando el medicamento. A la persona deprimida se le debe recordar que obedezca las órdenes médicas con respecto a beber bebidas alcohólicas mientras está medicado. Otra cosa muy importante es dar apoyo emocional. Esto implica comprensión, paciencia, afecto y estímulo. Busque la forma de conversar con la persona deprimida y escucharla con atención. No minimice los sentimientos que el paciente expresa pero señale la realidad y ofrezca esperanza. No ignore comentarios o alusiones al suicidio. Informe al terapeuta si la persona deprimida hace comentarios sobre la muerte o el suicidio. Invite a la persona deprimida a caminar, pasear, ir al cine y a otras actividades. Persista con delicadeza si su invitación es rechazada. Fomente la participación del paciente en actividades que antes le daban placer, como pasatiempos, deportes, actividades religiosas o culturales, pero no fuerce a la persona deprimida a hacer demasiadas cosas demasiado pronto. La persona deprimida necesita diversión y compañía, pero demasiadas exigencias pueden aumentar sus sentimientos de fracaso.
No acuse a la persona deprimida de simular enfermedad o ser perezosa, ni espere que salga de esa situación de un día para el otro. Con tratamiento, la mayoría de las personas mejora. Tenga eso presente y continúe repitiéndole a la persona deprimida que con tiempo y ayuda va a sentirse mejor.

Fuente:



El mejor consejo para familiares de un depresivo.


Aunque vamos a dar más consejos, el mejor que se puede dar, es el siguiente, además de informarse, para conseguir acercarse, a lo que pueden sentir, solo acercarse, no entender, solo ellos lo saben, es:

El único tratamiento que la familia puede suministrar es el de una combinación de cariño y de comprensión. El paciente depresivo puede estar irritable y antipático, pero no es por culpa suya. Bastante pena tiene, y, a pesar de que intentase esforzarse, las más de las veces no conseguiría sobreponerse.

Es importante saber que, cuando el paciente lo está pasando mal, no podemos hacer casi nada para mejorarle. No podremos animarle ni consolarle. Lo mejor es dejarle tranquilo, aún a sabien das de que, a lo mejor, se enfadará "porque no le hacemos caso". De la misma manera que "si le hacemos caso" se enfadará "porque le atosigamos". Es realmente difícil contentar a quien está padeciendo un trastorno depresivo, y la mejor opción es cargarnos de paciencia, y esperar que el tratamiento surta su efecto.

Consejos para familiares y amigos de como afrontar una crisis de esquizofrenia.



  • Recuerde que la persona con esquizofrenia puede estar aterrada de sus propios sentimientos de pérdida de control. Lo que las personas con esquizofrenia ven u oyen es absolutamente real para ellos, no importa lo increíble que le resulte
  • No amenace, no grite, no critique, no intente engañar y no utilice el sarcasmo como arma
  • Evite las distracciones y apague la TV o la radio o el lavavajillas, etc.
  • No se pelee con otros miembros de la familia sobre lo que hay que hacer
  • No permanezca de pie cuando la otra persona esté sentada
  • Evite mantener la mirada fija o tocar a la otra persona
  • Conceda las peticiones que sean razonables
  • No bloquee la salida ni cierre con llave las puertas
  • Intente recordar la ropa que lleva puesta por si se fuera de casa y tuviera que hacer una descripción
  • Elabore y tenga a mano una lista de los números de teléfonos de:
      • el médico de familia
      • el psiquiatra
      • un centro de urgencias con ingresos psiquiátricos
      • la policía
  • Compruebe que sabe a que hospital debe acudir en caso de urgencia
  • Decida con antelación quien se hará cargo de los niños (en caso necesario)

Suele ser una buena idea elaborar un “documento con las medidas a instaurar” consensuado por la persona con esquizofrenia y su familia o cuidador. Ese documento puede incluir la siguiente información:

  • Nombre y detalles de contacto de un miembro de la familia o de un amigo al que se le ha otorgado la autoridad de actuar como defensor
  • Una lista de las áreas en las que el defensor puede tomar decisiones. Por ejemplo: medicación, otros tratamientos, asuntos económicos, etc.
  • Una lista de las medicaciones que la persona con esquizofrenia preferiría evitar.

Enlace de descarga de información.

Aquí teneis un enlace, donde podeis descargar facilmente, los siguientes libros y manuales:



Esta útil guía jurídica para familiares de enfermos mentales y usuarios de salud mental quiere dar respuesta a las preguntas más frecuentes que, sobre temas jurídicos, se hacen los familiares de personas con enfermedad mental y usuarios de los servicios de salud mental.



Este libro infantil pretende que cualquier niño conozca la enfermedad mental, y en especial está dirigido a todos aquellos que tengan un familiar con esta patología.

Incluye orientaciones para los educadores para abordar la enfermedad mental con los niños en edad preescolar.
Constituye una herramienta excelente para combatir el estigma, educando a las nuevas generaciones en esta cuestión de salud mental lo antes posible.



La Comunidad de Madrid ha reeditado por tercera vez la guía "Discapacidad intelectual y salud mental", un manual realizado por la Consejería de Familia y Asuntos Sociales en colaboración con la Fundación Pardo Valcarce que pretende ser una herramienta de apoyo para las personas con discapacidad y sus familias, así como para los profesionales de la salud mental.

Estos 3 títulos junto con los citados a continuación y otros más:

.-Consejos para un trato adecuado a las personas con discapacidad.

.- Cuestionario sobre " Consejos para un trato adecuado a las personas con discapacidad"

.- XV Jornadas de congreso de FEAFES.

.- La salud mental es cosa de todos.

Los podeis descargar en pdf en el siguiente enlace:


.-

Información y educacion a familiares, de enfermos mentales.


Las personas que sufren una enfermedad mental mantienen unas relaciones familiares mínimas. Las familias se convierten en una pieza clave para evitar la institucionalización. Pero las familias que conviven con un enfermo mental, tienen unas necesidades específicas que no se pueden olvidar sino que quiere poner en peligro a todo el núcleo familiar.

Un enfermo mental implica repercusiones en la familia, tanto respecto a las interacciones emocionales como en cuanto a ocio, actividades domésticas y situación económica. No todas las familias quieren “desembarazarse” de un enfermo mental, pero todas precisan y demandan apoyo y asesoramiento. Demandan información sobre la enfermedad y el tratamiento, así como indicaciones acerca del modo de relacionarse con el enfermo.

Por ello les ofrecemos una serie de consejos que pueden serles útiles en su vida diaria:

• Los enfermos mentales tienen una serie de problemas médicos y sanitarios que precisan atención y seguimiento por parte de los equipos de salud, tanto desde el nivel de atención primaria como desde el de atención especializada, específica de salud mental. Por ello es necesario que las familias sean conscientes de que un seguimiento adecuado es necesario para prevenir recaídas que harían difícil la permanencia de estos enfermos en su medio familiar y social.

• Las familias deben ser o conocer que a pesar de que el familiar enfermo mental conviva con ellos y posea un nivel relativamente aceptable de autonomía, éstos siguen precisando apoyo y protección, cuidados socio-sanitarios constantes y revisión sostenida de su estado y sus necesidades.

• Observar los cambios de conducta que pueden mostrar los adolescentes, ya que el primer brote psicótico suele aparecer entre los 16 y 17 años. En caso de depresiones, pueden aparecer incluso antes.

• Acudir a un especialista ante los primeros síntomas que detecten.

• No seguir los consejos ofrecidos por vecinos o desconocidos y atender las indicaciones de los facultativos especializados en enfermedades de este tipo.

• Paciencia.

• Observar al enfermo discretamente e intentar descubrir los brotes agudos de la enfermedad lo antes posible.

• Tanto el paciente como la familia precisan de apoyo psicológico.

• Cuando tengan algún problema asistencial, deberán acudir al centro de control.

• Los familiares deben saber que cuando el enfermo sufre algún accidente en el que padecen algún trastorno físico (Ej. Fractura), durante el tiempo que dure la lesión, por lo general, no suele sufrir ningún brote agudo.

• Pueden acudir a asociaciones de enfermos mentales.

Fuente:

http://www.enfervalencia.org/ei/anteriores/articles/rev54/artic06.htm


El aprendizaje de la vida no acaba nunca, siempre, más allá hay un horizonte nuevo. Aunque a lo lejos todo parezcan nubarrones, no dudes en andar tu camino.